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Hierbas Contra La Tristeza.

Las opresiones también se manifiestan en nuestro cuerpo a través

de la tristeza y la ansiedad. La mayoría de las veces que nosotras como

mujeres nos sentimos tristes tiene mucho que ver con la idea que hemos

construido –o mejor dicho– que nos han enseñado a construir acerca del

amor; sufrimos por amar o porque no nos aman.

También está toda la exigencia sobre la perfección de nuestros

cuerpos, con ideales que se vuelven inalcanzables y anulan nuestra

existencia. Ni qué decir de la oleada de violencias que sufrimos día a

día, a manos de quienes dicen ser nuestros compañeros, a manos de este

sistema que nos quiere silenciadas; golpes, malos tratos emocionales,

violencia económica, críticas sobre nuestra maternidad o por negarnos

a parir, dolor por no poder vivir libremente nuestro amor –en el caso de

mujeres amando y deseando a otras mujeres–, tener que anular nuestra

identidad indígena a causa del racismo que vivimos en nuestro propio

territorio.

Todo ello se va cargando en nuestra espalda hasta que un día no

resistimos más el peso y caemos sumidas en la tristeza; perdemos el

gusto por mirar el cielo, por reír, queremos estar solas pero a la vez

necesitamos compañía, hay un desgano general por vivir.

Además se nos exige no sentirnos así: este sentir ha sido robado

por el capital que ha hecho negocio en las grandes farmacéuticas, sin

embargo, es parte de nuestro proceso para sentirnos mejor el regresar

a nuestra raíz, a nuestro origen y mirar que en las hierbitas tenemos la

sanación para estos sentires. Es también darnos cuenta que han sido

las mujeres quienes han transmitido esta sabiduría de generación en

generación, han sido guardianas de estos conocimientos ancestrales y su

papel como curanderas es de vital relevancia.

La medicina tradicional siempre ha estado a nuestro alcance, pero la

ciencia occidental la ha frenado debido al desconocimiento que se tiene

de ella.


Para nosotras como mujeres originarias la tristeza tiene que ver

con la pérdida del alma, esta huida se manifiesta en nuestro cuerpo

pues somos seres completos, es decir somos una en alma y cuerpo, no

hay una separación entre ellos. En ese sentido es que nuestro cuerpo

físico manifiesta ciertas dolencias, pero no estamos condenadas a la

enfermedad. En nuestro propio contexto vamos a encontrar toda la

nobleza y fuerza de las plantas para poder tratar esta angustia.

La tristeza se manifiesta de diversas maneras, aunque podemos

encontrar puntos en común, por ejemplo: inapetencia, insomnio, llanto,

nostalgia, anhelo, un anhelo doloroso pues, fatiga, miedo…

Sentir tristeza es un proceso natural en nuestras vidas que nos hace

crecer, renovarnos, reconstruirnos y replantearnos quienes somos, sin

embargo, sentirla es una de las vivencias más dolorosas que podemos

experimentar. Las hierbas tienen la capacidad para restablecer el

cuerpo, el corazón y la mente, pero es necesario traer a nuestro cuerpo

su memoria, honrando siempre el tejido de sabiduría de las ancestras.


¿Cómo sanar con hierbas?


Una de las formas que las hierbas nos regalan para liberar a

nuestro cuerpo físico del cansancio que la tristeza nos provoca es

un baño caliente a base de hierba de San Juan, también conocida

como flor sanjuanera. La podemos encontrar fresca desde finales

de mayo hasta mediados de julio, el resto del año la encontramos

seca. Se coloca en agua hirviendo, y después nos vamos a dar un

baño, dejemos que el calor nos apapache, y si es necesario llorar,

lo hacemos. También podemos poner tres ramitas en medio litro

de agua, a modo de infusión, la endulzamos con miel, aunque

es mucho mejor endulzarla con recuerdos gratos, con compañía

agradable, con risas, así pronto vamos a ir sintiéndonos mejor.











Con todos estos conocimientos que les he compartido es como mi propio

proceso de sanación fue posible, ahora me voy a permitir contarles un

poco lo que sucedió.

Así como estamos tejidas por memorias ancestrales de sanación,

también solemos cargar con las historias dolorosas de las mujeres de

nuestra familia. En mi caso se me echó encima la primera historia de

mi abuela Aurea, asesinada por su primo por conocer de hierbas y

asobones. La historia del abandono que vivió mi mamá al quedar sola

tras el feminicidio de mi abuela, las historias de dolor de mis hermanas

en matrimonios violentos, mi frustración al no poder enunciarme como

lesbiana, el dolor de abandonar la tierra natal para llegar a la ciudad

donde la discriminación me golpeó...

Las tristezas se van a acumulando, hasta que el alma pide a gritos

salir de esa cárcel. Colapsé tras una relación llena de violencia, sufrí

crisis de ansiedad, taquicardias, sudoraciones, insomnio, miedo de salir

a la calle, mi vida prácticamente quedo paralizada por 3 meses, en los

que mi cuerpo físico se vio desgastado, acudí al médico quien me dio un

pase a psiquiatría en el que fui diagnosticada con depresión y ansiedad,

para lo cual me recetaron ansiolíticos y antidepresivos. Sin tener muy en

cuenta mi carga emocional sólo fui medicada, pero al poco tiempo una

amiga me recomendó asistir a terapia narrativa con una psicóloga y con

cartas, cuentos, escritos, empecé mi proceso de sanación.

A la par, mi mamá que no notaba mejoría alguna con los

medicamentos, comenzó a hacerme tés, limpias. Empezamos a confiar

nuevamente en nuestros conocimientos y saberes, al poco con su

amor y apacho fui dejando la tristeza, recuperé la energía para salir de

nuevo a la universidad, para estarme en compañía, para llorar menos y

entender más qué estaba sucediendo, para conocer las historias de las

mujeres de mi familia y sanar juntas porque si sanaba yo, sanaban ellas.

Es un acto de reciprocidad, de curarnos y acuerpar nuestras tristezas,

nuestros llantos, nuestras rabias, pero sobretodo nuestras esperanzas y

sueños; no estamos destinadas al sufrimiento ni a la enfermedad, cada

una de nosotras debe ser capaz de reconocer sus dolores y trabajar sobre

ellos, ponerle nombre a la tristeza para saber lo que nos está lastimando,

poder acércanos a ella sin miedo y con fuerza para dejarla detrás

nuestro.

No carguemos con nada que no nos corresponda, el sistema nos

quiere débiles, tristes, separadas, pero del feminismo aprendí que

lo personal es político y en ese tenor tenemos que politizar nuestras

emociones y sentires, pero sobretodo nuestra sanación. Sanarnos es un

acto de ternura con nosotras mismas, aboguemos pues siempre por un

autocuidado. - yadira lópez


Que tenemos que recuperar las sabidurías plurales de sanación y que

volver a sonreír es un acto de rebeldía.


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