Plantas alucinógenas, hongos psicoactivos, lianas
visionarias, hierbas fúnebres... todos los secretos
sobre las propiedades y virtudes ocultas del ancestral
mundo vegetal
INTRODUCCIÓN . . . . . . . .
LASENSEÑANZASDELCENTAUROQUIRÓN . .
ELHERBOLARIOESTRELLERO . . . .
SANTORALBOTÁNICO . . . . . .
LASHIERBASDELDIABLO . . .
TALISMANESVERDES . . . . . .
PLANTASMAESTRAS . . . . . .
ELJARDÍNHERMÉTICO . . . . . .
COCA, LAHOJASAGRADA . . . .
BOTÁNICAFUNERARIA . . . . . . .
CRIPTOBOTÁNICA . . . . . . . . .
LASRECETASDELAABUELA . . .
Con la llegada del Renacimiento numerosos monarcas, príncipes y poderosos encargaron la construcción de fastuosos jardines anejos a sus lugares habituales de residencia. La pasión por la natura leza, el conocimiento del mundo vegetal y la acumula ción de plantas exóticas llegadas de los confines del globo no fueron, con todo, las únicas razones que movieron a tal labor jardinera.
Sirva como ejemplo el jardín de Bomarzo, mandado construir por Vicino Orsini en las cercanías de Viterbo, un bosque iniciático donde la presencia de figuras mito lógicas recreaban todo un significado simbólico que, aún hoy en día, es objeto del interés de numerosos estudio sos. O los jardines mandados a construir por Felipe II en 11 Aranjuez, ejemplo máximo del urbanismo paisajístico y que sirvieron, desde los momentos iniciales de su cons trucción, como almacén de las materias primas necesa rias para la elaboración de quintaesencias y elixires medicinales, fabricados por técnicas alquímicas gracias a la labor de expertos jardineros, destiladores y herbola rios.
Esta doble significación del mundo vegetal, prácti camente perdida en la actualidad, fue moneda de uso corriente entre los hombres de todas las épocas, que buscaban en la naturaleza signos y señales de lo mágico, lo misterioso, lo oculto. Por ello, vamos a crear nuestro propio jardín. En él plantaremos especies alucinógenas, hongos psicoactivos, lianas visionarias, plantas transmu tatorias, hierbas fúnebres y vegetales sagrados, todo con una sola intención: conocer los aspectos ocultos del mundo vegetal. Iniciemos nuestra labor de expertos herbolarios…
TALISMANES VERDES
Una de las prácticas mágicas más temidas por la humanidad es, sin duda alguna, el hechizo, cuyo rastro puede seguirse desde la antigüedad egipcia hasta nuestros días. Su objetivo es alcanzar a la víctima mediante un objeto que la represente simbólica mente (muñeca, figura de cera…) o que le pertenezca (camisa, pelo, uñas…).
El hechicero, brujo primitivo o maleficus, es aquella persona que hace el mal, inspirado por la envidia, el odio o los intereses económicos. Conoce las fórmulas, los gestos, los ingredientes necesarios para arruinar un país o a los hombres, hacer estériles a las mujeres, hacer morir a los rebaños y niños de pecho y saquear las cosechas.
Tradicionalmente se ha confundido al hechicero o hechicera con la bruja y se ha considerado que ambos personajes formaban un mismo concepto. Aunque son muchas las similitudes, existe una diferencia fundamen tal: mientras que la bruja se presenta sometida a las directrices del demonio, con quien ha hecho un pacto, la hechicera es una maga, domina las fuerzas ocultas de la naturaleza y las emplea en su propio beneficio, sin que medie en ningún momento el pacto demoníaco.
HECHIZOS TEMIBLES: EL MAL DE OJO Y LAS LIGADURAS
Durante siglos, la ineficacia manifiesta de la medi cina ha favorecido la creencia en una vía mágica de cura ción. Todas aquellas enfermedades para las que los médicos oficiales no tenían cura entraban dentro de la denominación de enfermedades mágicas, causadas por un castigo divino, una intervención diabólica o un male ficio provocado por un hechicero. De esta forma, los santos, los exorcistas y los curanderos se transformaban en médicos dispuestos a encontrar solución donde la medicina oficial dejaba de ser eficaz.
La existencia de un maleficio causado por un hechi cero exigía la actuación de otro hechicero que, mediante un contramaleficio, anulase la dolencia maldita inicial.
Entre las enfermedades que se consideraban causadas por un maleficio destacan dos: el mal de ojo y las ligaduras. La creencia en el mal de ojo, aojamiento o fascina ción constituye una de las estructuras mentales más persistentes en la historia occidental; atestiguada por
Plinio, continúa siendo en la actualidad una creencia muy difundida entre los sectores populares rurales y urbanos. Una segunda característica de esta creencia es que constituye un claro ejemplo de convergencia cultu ral entre el pueblo y la élite hasta aproximadamente el siglo XVIII; en muy pocos otros ejemplos se percibe con mayor claridad la existencia de mitos y ritos comparti dos por ambos niveles de cultura.
Basta con recorrer la literatura especializada de los siglos XV al XVII para encontrar interminable cantidad de ejemplos, en los cua les, ilustres representantes de la alta cultura de su época sostienen la creencia en el mal de ojo.
Una de las acusaciones que las comunidades rurales realizaban contra ciertas mujeres ancianas y solitarias reputadas de hechiceras era precisamente la capacidad de aojar a voluntad a personas y animales. Las ligaduras, por su parte, eran rituales mágicos de castración que provocaban la impotencia masculina y que se suponía eran provocados por un maleficio. Las desligadoras, hechiceras especializadas en el arte de elimi nar las ligaduras, abundaron en la España de siglos pasa dos.
Una de las más famosas, la toledana Leonor de Barzana, curaba la impotencia con una serie de fórmulas mágicas de lo más curiosas: el hombre que acudía a ella para neutralizar la ligadura debía comprarse el Evangelio de San Juan o las Oraciones de Nuestra Señora, además de llevar junto a ellos unos papelitos escritos tocados por reliquias. Pedía, además, las uñas de los pies y manos, pelos de diferentes partes del cuerpo, un pedazo de pan mordido y un real para candelas, todo ello para oficiar el ritual desligador.
PLANTAS PROTECTORAS
Existía todo un arsenal destinado a evitar los embrujos, maleficios y hechizos, dentro del cual, eran numerosas las prácticas que se vinculaban al mundo vegetal. Uno de los talismanes vegetales más eficaces ha sido, desde antiguo, el ajo (Allium sativum). Se recomendaba para preservarse de cualquier maleficio. Coger siete ajos a la hora de Saturno, ensartarlos en un cordel de cáñamo y llevarlos suspendidos del cuello durante siete sábados. De esta forma, se quedaba libre de hechizos para toda la vida. El ajo era el protector universal: los marineros lo llevaban
PLANTAS MAESTRAS
En la segunda mitad del siglo XX se acuñó una
nueva terminología asociada al mundo mágico
de las plantas. Se trataba de las llamadas plantas
maestras, aquellas que ayudaban en la adivinación de los
chamanes para el tratamiento y diagnosis de la enferme
dad. Su acuñador fue Luis Eduardo Luna, colombiano
nacido en la región amazónica, doctor por el Instituto
de Religiones Comparadas de la Universidad de Esto
colmo y autor de varios tratados específicos sobre la
materia. Luna recogió este término de los indígenas de
la amazonía peruana, que actuaron como informantes
suyos en los estudios antropológicos realizados en la
zona.
Las plantas maestras se denominan también enteó
genas, de en theos genos, o lo que es lo mismo, engendrar
dentro de sí al dios o generar lo divino. ¿Por qué este
nombre? Enteógeno es un término que surge como una
alternativa a palabras como alucinógeno, psicodélico o
narcótico, para indicar que todas estas plantas que
comparten semejantes características estaban ligadas, en
las sociedades tradicionales, a lo sagrado. Las sociedades
primitivas amazónicas, siberianas y europeas, las tribus
originarias de cada continente, utilizaban estas plantas
como un medio para acceder a un conocimiento de sí
mismos y del mundo que los rodeaba.
Frente a las creencias actuales, que consideran
ilusión todo lo revelado tras el consumo de las plantas
enteógenas, los indígenas creían que estas visiones eran
reales. Incluso iban más allá y consideraban que lo reve
lado era más real que lo real. De ahí el término de maes
tras: porque enseñan.
DROGAS VISIONARIAS
Al hablar de plantas maestras hay que comenzar por
distinguir dos fenómenos vinculados a la ingesta de
determinados principios activos presentes en ellas que
suelen confundirse: visión y alucinación. La diferencia
entre visión y alucinación radica en el grado de creduli
dad. En la visión se admite lo inaudito; en la alucina
ción, la conciencia queda reducida a tal extremo que
pronto se olvida que todo está producido por la inges
tión de una droga.
Antonio Escohotado, autor de la monumental
Historia General de las Drogas, explica así el efecto pro
ducido por las plantas maestras: “incluye dos momentos
básicos: una etapa de viaje por regiones inexploradas,
aligerado el sujeto de gravedad pero incapaz de detenerse
en nada, y una etapa esencial que cuando toca fondo
implica morir en vida para resucitar libre del temor a la
vida y, en esa medida, de aprensión ante la finitud
propia. El segundo momento puede explicarse también
como súbito miedo a volverse loco o estallar de signifi
cado, que se desliza al pánico de no poder hacer el
camino de retorno hacia uno mismo, y concluye (en
casos favorables), con una reconciliación de lo finito y lo
infinito, donde el instante y la eternidad se funden,
emancipadas de deudas para con el ayer o el mañana.
Es el éxtasis propiamente dicho o pequeña muerte, que el
ánimo experimenta como momento de vigorosa resu
rrección; no solo ha sobrevivido como cuerpo y como
conciencia, sino que esa inmersión en dimensiones
superiores o inferiores le ha templado en medida
bastante como para volver a elegir existencia”.
Frente a las plantas alucinógenas, cuyo consumo
crea adicción y puede llegar a provocar la muerte si se
superan las dosis apropiadas, las plantas visionarias
tienen márgenes de seguridad tan altos que la literatura
científica no conoce dosis letales para humanos. En su
mayoría carecen de tolerancia, no producen dependen
cia física ni síndrome de abstinencia. Sin embargo, no
hay que pensar que son drogas inocuas. El peligro no es
que el cuerpo deje de funcionar, sino que se hunda en el
entramado de suposiciones y juicios acerca de uno
mismo, y que aparezca el temor a la demencia.
PLANTAS MAESTRAS Y CHAMANISMO
El empleo de plantas maestras por las culturas arcai
cas implicaba toda una concepción mágico-religiosa de
la realidad. Abordar los fenómenos de terapia chamánica
sin considerar que la ingesta de estas plantas significaría
despojarla de un elemento esencial.
En numerosas sociedades del alto Amazonas la
iniciación chamánica implica una especie de noviciado,
en la mayoría de las ocasiones de varios años, que se
inicia con la toma periódica de alucinógenos, bajo la
dirección de uno o varios chamanes experimentados. La
operación consiste en añadir paulatinamente nuevas
decocciones para crear mezclas cada vez más heterogé
neas y así multiplicar y diversificar las fuentes del saber.
Sí conviene aclarar que la toma de alucinógenos no
es de uso exclusivo de los chamanes. La mayoría de los
individuos pertenecientes a un determinado colectivo
humano pueden vivir esa experiencia guiados por
chamanes experimentados. En este caso, las tomas se
orientan claramente hacia la autocuración o a la bús
queda de efectos telepáticos.
PSILOCYBE: EL HONGO MÁGICO
A mediados del siglo XX, el etnomicólogo R. Gor
don Wasson y su fotógrafo Allan Richardson fueron invi
tados, en las cercanías de Huautla de Jiménez (México) a
una sesión donde serían iniciados en el uso de los hongos
visionarios. Las experiencias de Gordon, reproducidas en
la revista Life bajo el título de “En busca del hongo
mágico” (13 de mayo de 1957), despertaron en el
mundo occidental el interés por estos hongos.
Su consumo, sin embargo, no era nada nuevo para las
tribus indígenas americanas. Existen numerosos testimo
nios arqueológicos precolombinos que nos hablan de un
uso en extremo difundido, asociado a ceremonias públicas.
Aztecas y mayas fueron amplios consumidores de estos
hongos alucinógenos. Los frescos de Teotihuacan son la
primera prueba arqueológica que revela el culto de Tlaloc,
divinidad prehistórica,. En ellos se suceden diversas repre
sentaciones gráficas de setas. En Guatemala, si hacemos
reseña de las muestras mayas, existen curiosas representa
ciones pétreas de hongos, imágenes que mezclan el simbo
lismo del hongo con su ascendencia fálica.
EL JARDÍN HERMÉTICO
Cuenta la leyenda egipcia, recogida por los grie
gos, que estando Isis en la ciudad sagrada de
Hormoanthi, un ángel llamado Ammael la
requirió como esposa. Isis se negó, pero aprovechó su
belleza para solicitarle el secreto de la fabricación del oro
y de la plata, a lo cual el ángel se opuso. Cierto tiempo
después volvió a aparecer el ángel ante Isis para mos
trarle un signo y una jarra de agua. Ella decidió entre
gar se a él al día siguiente si le revelaba el secreto;
Ammael aceptó, pero puso como condición que solo se
lo revelase a su hijo Horus.
Nacía así la leyenda de la alquimia como arte
sagrado e iniciático, solo accesible por revelación divina
o por las enseñanzas del maestro al discípulo, tradición
que se mantendrá a lo largo de la historia y que inten
tará alejar a curiosos y parlanchines, embaucadores y
codiciosos que tan solo pretendían obtener riquezas
materiales y hacían oídos sordos al fuerte componente
espiritual de la alquimia.
En el imaginario popular la alquimia es el arte de
producir oro. En efecto, lo que el alquimista pretendía
con sus operaciones de laboratorio era conseguir el
polvo de proyección o piedra filosofal que, en contacto
con cualquier metal innoble, lo transmutara inmediata
mente en oro puro. Pero de la lectura detallada de los
numerosos alquimistas que han dejado plasmadas sus
actividades en forma de manuscritos y libros se
desprende que los objetivos finales no eran el enriquecido
miento ni la posesión de ese oro.
La transmutación áurea era la prueba final, la señal que indicaba al alqui mista su consecución de la Gran Obra y que le abría las puertas a un mundo de conocimiento superior. Con la transmutación, el alquimista demostraba su dominio de la naturaleza. Él, al igual que el creador, se ponía al servicio de la naturaleza y la modificaba. De ser un ente dominado por las fuerzas de la naturaleza se transformaba en un demiurgo, capaz de adentrarse en los conocimientos secretos que regían el mundo. He aquí la verdadera finalidad de la alquimia.
QUINTAESENCIAS Y ELIXIRES
Los filósofos griegos consideraban que el origen del
universo estaba en un material incorruptible, conocido
como argentum vivum, que se desglosó en una parte fina
formadora de los cuerpos celestes y una parte vasta que
evolucionó hasta conformar los cuatro elementos (agua,
tierra, aire y fuego) formadores de los cuerpos terrestres.
Lo que diferenciaba a los cuerpos terrestres de los celes
tes era la presencia de ese quinto elemento, el llamado
argentum vivum.
En la Edad Media se readapta esta idea y se dice que
este quinto elemento, incorruptible, también se encuen
tra en los organismos terrestres, pues es el elemento
precursor de los cuatro elementos, corruptibles. Se
origina así la primera idea que conduce a la supuesta
inmortalidad: si todos los cuerpos procedían de una sola
sustancia incorruptible, solo había que hallar la forma de
alcanzarla, ya que el origen de la degeneración y la
muerte estaba en la corrupción de los cuatro elementos.
Es entonces cuando surge el concepto de quintaesen
cia, como sustancia incorruptible capaz de preservar los
cuerpos humanos de la degeneración. La quintaesencia
no era ni más ni menos que ese quinto elemento presente
en todos los organismos y que se extraía de ellos me
diante destilación, que era la práctica alquimista por
excelencia. De esta manera se produce la unión de alqui
mia y terapéutica para dar lugar a la medicina química,
que se desarrollará con fuerza en el siglo XVI gracias al
impulso dado por Paracelso, su máximo defensor. Las
boticas del Renacimiento se transformaron en auténticos
laboratorios alquímicos, repletos de alambiques y alquitaras,
crisoles y serpentines destinados a la extracción de elixires
y quintaesencias de todo tipo de plantas. Su objetivo era
claro: conseguir la inmortalidad o, al menos, prolongar la
vida más allá de los límites naturales.
¿Cómo se procedía a la elaboración de la quintaesen
cia? Las pautas se recogen, por primera vez, en el tratado
medieval De consideratione quintae essentiae (ca. 1351),
escrito por el franciscano Johannes de Rupesscisa: “Toma
rás un vino que no sea demasiado claro ni demasiado
denso, ni térreo, ni espeso, sino noble, deleitable y de
buen sabor, de muy agradable aroma. En suma, elige el
mejor que puedas hallar y destílalo en el serpentín, tantas
veces cuantas sea necesario, para obtener el aguardiente,
no por destilación breve, sino por el procedimiento de
gota a gota, hasta llegar a tres, siete o diez destilaciones. Y
este es el aguardiente al que ni los médicos ni los filósofos
de nuestro tiempo han llegado. Pues bien, este aguar
diente es la materia de la quintaesencia”.
Tras preparar la base, se procedía a elaborar un
destilatorio circular, con brazos que salen del cuerpo
principal y retornan a él y una cabeza sin abertura: “Pues
bien, coloca en el interior del vaso aguardiente y haz un
fuego debajo para que, mediante oportunos ascensos y
descensos, de día y de noche, se logre la voluntad de
Dios y celestialmente convertida, la quintaesencia que
persigues…”.
Esta fase era la más importante de todo el proceso.
Mediante los ascensos y descensos se conseguía separar, a
entender del alquimista, la parte corruptible del aguar
diente, que será eliminada y quedará la parte incorrupti
ble o quintaesencia, que podría ser empleada para hallar
todas las quintaesencias conservadas en las cosas terrestres.
De esta forma surgieron numerosos elixires o aguas
maravillosas, elaborados a partir de la quintaesencia o
espíritu de vino y su mezcla con todo tipo de sustancias
procedentes de los tres reinos de la naturaleza. Veamos
algunas de ellas.
El Agua de Georgio, atribuida a Christophorus
Geor gius de Honestis, se elaboraba al mezclar una onza
de cinamomo, cubeba, jenjibre, nuez moscada, clavo y
galanga con cuatro onzas de salvia reciente. A todo ello
se añadían seis veces más de vino sublimado, sin heces, y
se destilaba por alambique. El agua así obtenida se
tomaba en cantidad correspondiente a una cáscara de
avellana. Se decía que Magister Gallus, fundador de la
Universidad de Praga (1347) y profesor de Astronomía y
Medicina en ella, usaba habitualmente de esta agua y
había vivido 124 años.
Más famosa fue el Agua de Vida o Aqua vitae,
nombre con el que se conoció al alcohol obtenido por
destilación de vinos y orujos, lo que hoy llamamos
aguardiente. Si hacemos caso de las virtudes que se le
atribuían en los tratados médicos medievales, nos en
contramos ante la mismísima panacea: curaba la paráli
sis, restablecía la memoria, agudizaba el ingenio,
re novaba y conservaba la juventud, poseía una virtud
maravillosa para los maniáticos y melancólicos, suprimía
los dolores de cabeza, curaba las úlceras, remediaba la
epilepsia, aumentaba la potencia del coito, volvía fecun
das a las mujeres
Otro elixir sumamente famoso fue el Filtro de
Medea, que para algunos se remonta a la antigüedad clá
sica y para otros fue obra del médico francés Michel de
Nostredame, más conocido por todos como Nostrada
mus, que ha pasado a la historia por sus visiones proféti
cas. Este filtro era capaz de otorgar una segunda juventud
a quien lo bebiera. Estaba compuesto por mandrágora,
ámbar gris, almizcle, canela, clavo, pétalos de rosa, menta
y vino de Creta. Se debía tomar en el primer plenilunio
de primavera, a lo largo de seis años, para poder lograr
los efectos deseados. También podía tomarse en forma de
baño rejuvenecedor, según la siguiente descripción del
propio Nostradamus: “Para empezar, meted en una
bañera llena de agua hirviendo tres manojos de hojas de
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